lunes, noviembre 18, 2013

EL ENCRIPTAJE DE CRISTIAN SEGURA. Por Justo Pastor Mellado

Cristian Segura me ha invitado a escribir sobre este trabajo en la cripta. Por de pronto, la denominación del lugar acarrea de inmediatos unas asociaciones erróneas pero que se revelan de gran utilidad para nuestro relato. Encriptar, en informática, esconvertir un texto normal en un texto codificado de forma que las personas que no conozcan el código de acceso sean incapaces de leerlo. En verdad, se trata de una mala traducción del inglés encrypt y se recomienda el empleo de las palabras cifrar o codificar.

Conociendo el trabajo de Cristian Segura, imaginé de inmediato que iría a montar una pulcra ficción que pondría en evidencia la inversión del dispositivo erróneamente asociado, mediante una operación de afirmación en contrario. Ya no se trata de ocultar, sino de exhibir. Aún cuando sepamos que también podemos ocultar por saturación visual. Cristian Segura hace accesible una cantidad determinada de información en un espacio, esta vez, la cripta, donde decide esconder algo, poner en una tumba. Ahora bien; la cripta es un espacio arquitectónico donde se enterraba a algunos fallecidos eminentes. La perversión del procedimiento se autoriza en la conversión de toda la información propuesta, como sustituto de los cuerpos de los mártires. El conocimiento escondido por Cristian Segura adquiere este carácter de conocimiento-mártir, de conocimiento-testigo, pero de un testigo fiel que sufre persecución por la fe que profesa. Ya lo aseguraba Tertuliano, sanguis martirem, semen christianorum (la sangre de los mártires es semilla de cristianos). La iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires.

Existe un procedimiento de trabajo que consiste en respetar la literalidad de los materiales empleados o de los lugares investidos. El primer efecto depende de cuán apegados estemos al modelo de partida; en este caso, una cripta des-afectada,que ya no tiene el uso al que estaba destinado, pero que no puede omitir su historia, haciendo permeable la conversión del sitio en un lugar para el arte contemporáneo. Cristian Segura sabe leer literalmente los espacios y recupera la ficción del mártir, como figura del artista que se hace testigo de su tiempo, en el arte, y es perseguido por ello. Hacerse testigo significa enseñar, diseminar el mensaje. En este caso. Cristian Segura des-sacraliza, des-afecta las funciones del testigo de Cristo y las traspasa a las del artista-testigo, pero que disemina un tipo de conocimiento que pone en crisis el propio discurso que lo habilita. De este modo, el mismo se encripta en una asociatividad narrativa que dice relación con la propia historia de los salesianos en Tucumán, para formular un proyecto de diseminación discursiva mayor. Como se sabe, dispondrá en la cripta miles de libros digitales de arte, arquitectura y filosofía, alojados en pendrives amurados dentro de la mampostería. El público, en posesión de sus computadores portátiles, podrá copiar, agregar o reemplazar su contenido, haciendo que la experiencia sea la de un intercambio inconmensurable.

Los primeros libros que se podrá bajar serán aquellos en los que se describa las representaciones de los mártires en la historia del arte; o más bien, la historia del arte como primera representación de los mártires. Sin ir más lejos, podrán descargar la imagen del Martirio de San Pedro de Rubens, pintura realizada alrededor de 1638-1640. Es tan solo una idea, para recuperar el relato de la crucifixión invertida: el discípulo no es más que el maestro. Cristian Segura hará de su propio nombre de pila un objeto de trabajo, en este lugar, atribuyéndose la fe del testigo diseminador, teniendo que pagar un precio por ello, que es el precio formal del ajuste a su modelo de partida.

Todo lo anterior parece provenir de una metaforización forzada que no hace justicia a la voluntad educativa asignada al lugar. Los salesianos se ocupaban de la educación técnica de la juventud amenazada por la desafectación social. Esa es la gran amenaza que asola a los agentes del campo artístico. La cripta ha sido nuevamente anegada, pero esta vez  por un conocimiento que el espectador debe bajar siguiendo un protocolo que lo autoriza a diseminar una nueva “buena nueva”, que es la buena nueva del arte contemporáneo, como nueva religión sustituta, solo sujeta al dios de un procedimiento retórico. De este modo, reactiva desde el subsuelo el valor sumergido de un saber que se comenta a sí mismo. En verdad, toda la obra de Cristian Segura es un comentario de los protocolos que habilitan su práctica, en la medida que analiza el límite de la tolerancia institucional que lo acoge.

----------------------

Sobre la Cripta

En 1948 la Congregación Salesiana de Tucumán inició la construcción de una Cripta. El proyecto adoptó el estilo arquitectónico del románico italiano del siglo XIII cuyos rasgos característicos son las columnas cilíndricas talladas en pequeños sillares con capiteles. La Cripta orienta sus naves de este a oeste. La iluminación del espacio interior no tiene norma fija; la luz, en esta tipología particular, ingresa por las ventanas de la porción superior de las naves imprimiendo el carácter de penumbra y silencio característico de las criptas protocristianas. La Cripta funcionó como Iglesia hasta el año 1962, cuando las napas freáticas que atraviesan la zona donde se encuentra emplazada inundaron el edificio. El agua se mantuvo en un nivel de dos metros durante 40 años. En 2008, desalojado el líquido a través de un sistema de bombeo, se pudo rehabilitar el lugar, que asumió un nuevo perfil. La Cripta es lugar extraordinario: por sus dimensiones (L: 65 m A: 36 m H: 8 m) y por la carga simbólica que encierra.